viernes, 24 de febrero de 2012

Mascarones de Buenos Aires

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En una entrevista que Carmen Ramos le realizó para “La Nación” hace varios años, el arquitecto Ramón Gutiérrez, un especialista en historia de la arquitectura y la conservación del patrimonio, destacaba “esa especie de desencuentro que tenemos los argentinos con nosotros mismos. Esa tendencia a pensar que el patrimonio siempre es demasiado pobre para lo importantes que somos”.
Esto último es cierto en la medida en que no asumamos que somos una nación joven y ubicada en los márgenes. Partimos de una base falsa si establecemos comparaciones con otras que tienen miles de años de trayecto histórico: más nos valdría reconocernos en nuestro propio pasado, valorar lo que de él aún nos queda y proyectarnos desde esa realidad.
En términos de patrimonio arquitectónico eso puede traducirse en descubrir los amorosos regalos que nos reserva la ciudad, legados de antiguos constructores.
Entre ellos, los mascarones que, en su mayoría, adornan edificios construidos desde comienzos del siglo pasado y hasta fines de los años treinta (los mascarones son caras o figuras antropomorfas, zoomorfas o de seres fantásticos que se colocan en los frentes de los edificios y también en los zaguanes o los salones. Los hay de piedra, estuco, cemento, terracota y también de madera, cuando están en las hojas de las puertas o en sus dinteles).



En nuestra ciudad, que no se caracteriza por conservar los testimonios de su identidad, sobreviven todavía unos cuantos. Pero no los miramos.
Es una lástima: nos los perdemos. Nos apresuramos a lo largo de pasadizos de cemento sin percibir una escena arquitectónica cargada de significados, de signos.
Por su intermedio la ciudad nos habla, hablan sus habitantes que fueron. Ese mascarón, ese friso, podían no haber estado, no eran funcionales al uso del edificio… ¿o lo eran?
En todo caso, allí están, esperando recibir la mirada, el reconocimiento y el afecto. Que los queramos descubrir, valorar, disfrutar, cuidar, como bien se ha dicho respecto del patrimonio ciudadano en general.
Grotescos, amenazantes o amorosos, los mascarones portan mensajes cuyo significado en alguna medida he intentado indagar, aunque no es este el momento de extenderme en ello.


Los mascarones tendrán su propio blog, en el cual serán expuestos siguiendo líneas temáticas, con el agregado de los datos de que disponga de ellos. Pero esto llevará su tiempo: cuando hice la primera exposición, hace trece años, en la Casa de la Cultura de la Avenida de Mayo 575, tenía varios cientos de fotos. Hoy son varios miles y una parte de ellos puede verse aquí:

http://juan-del-sur.mifotoblog.com/fotogaleria.php?galeria=103882

Bajo el título genérico de “mascarones” he agrupado también —de contrabando— atlantes y cariátides, esculturas en los frentes de los edificios, relieves (también llamados frisos entre nosotros) y murales realizados con azulejos, que los hay extraordinarios. Los invito a echar una ojeada en ese sitio.
Pero lo mejor es buscarlos en la ciudad, en nuestra calle, quizás en nuestro propio edificio. Dejarnos cautivar por su misterio y su fantasía.
Y, a veces, por su alarmante belleza y sensualidad.


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4 comentarios:

  1. Me encanta que al igual que yo seas uno mas del pequeñísimo ejercito de los que peleamos por la cultura ,el patrimonio y las cosas que no tienen que desaparecer ,Horacio.

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  2. somos un pais de hijos de puta,a dia de hoy siguen demoliendo patrimonio,asi nos va

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  3. Lástima que no contienen sus creadores ...

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